Farsa electoral en Egipto

Este viernes publico en el blog de la Fundación Alternativas en El País este artículo sobre la primera fase de las elecciones legislativas egipcias. Aunque el resultado sea del todo intrascendente, puesto que no son unas elecciones libres ni competitivas, evidencia que Sisi quiere dejarlo todo bien atado.

El pasado domingo se dio el pistoletazo de salida de las elecciones legislativas egipcias, cuyos resultados definitivos no se conocerán hasta finales de diciembre. En juego están los 596 escaños del nuevo Parlamento que, con toda probabilidad, será copado por candidatos ‘independientes’. Según la nueva ley electoral, sólo una quinta parte de los diputados (120 en total) corresponderá a las diferentes coaliciones que se presentan a los comicios.
A man walks past election posters for parliamentary candidates of the Nour party Hossam Abdo and Mohammed Osama in the Imbaba di 
La apatía y el desinterés han presidido la campaña electoral y los egipcios son plenamente conscientes de que la Asamblea del Pueblo que saldrá de las urnas será una correa de transmisión de Abdel Fattah al-Sisi. En sus dos años de presidencia, Sisi ha cortado de raíz toda disidencia y ha restringido severamente las libertades públicas. Los Hermanos Musulmanes, el principal movimiento opositor, están completamente diezmados tras la brutal persecución de la que han sido objeto. Sus líderes languidecen en las prisiones tras haber sido condenados a la pena capital y sus simpatizantes esperan a que lleguen tiempos mejores para recuperar el terreno perdido.
Con la mayor parte de los opositores encarcelados o neutralizados, las elecciones ni serán libres ni tampoco competitivas. Posiblemente el porcentaje de abstención, que se prevé muy elevado, nos sirva para calibrar la credibilidad que la población egipcia otorga a estos comicios. Según fuentes oficiales, la participación habría sido de un 26 % (aunque hay quienes consideran que esta cifra ha sido convenientemente cocinada), lo que ha encendido todas las alarmas en el palacio presidencial de Ittihadiya, puesto que una escasa afluencia pondría en tela de juicio la legitimidad del nuevo Parlamento. Ante dicha eventualidad, el gobierno se apresuró a dar media jornada libre a los trabajadores públicos para tratar de atraerles a las urnas.


Estas elecciones suponen la última parada de la hoja de ruta fijada por Abdel Fattah al-Sisi tras el desalojo de los Hermanos Musulmanes del poder. La primera fue la aprobación de la nueva Constitución en enero de 2014 y la segunda la elección de Sisi como presidente en el mes de mayo de ese mismo año con casi un 97% de los votos a su favor. Ahora toca cerrar este círculo con la elección de un Parlamento, que en todo caso dispondrá de un escaso margen de maniobra y que, todo parece apuntar, se someterá dócilmente al poder ejecutivo. Al mismo tiempo, los comicios ponen fin a una situación anacrónica, ya que desde hace tres años el país funcionaba sin poder legislativo puesto que la Cámara fue disuelta por el Tribunal Constitucional en junio de 2012 y, desde entonces, Egipto ha sido gobernado a golpe de decreto presidencial.

Ante el boicot de buena parte de los partidos egipcios, la coalición oficialista ‘En Amor a Egipto’ tiene todas las papeletas para alzarse con la victoria. El hecho de que sea dirigida por el general Sameh Saif al-Yazal, un antiguo miembro de los servicios de inteligencia, da cuenta del grado de control que los militares ejercen sobre la transición egipcia. Esta curiosa alianza está compuesta, amén de por varias estrellas de la televisión y astros del balón, por hombres de negocios y destacadas figuras del régimen mubarakista que tratan de acomodarse a la nueva situación para congraciarse con los militares, los dueños del nuevo Egipto. El resto de coaliciones vienen a ser más de lo mismo y están dirigidas por los denominados ‘remanentes’ de la época de Mubarak, como es el caso del Frente Egipcio dirigido por el ex primer ministro Ahmed Shafiq. 

También concurre a las elecciones la plataforma salafista al-Nur, que respaldó el golpe militar y pretende ahora ser recompensada por ello. Su propósito es convertirse en la principal fuerza del islam político tras la ilegalización de los Hermanos Musulmanes. No obstante se quedará muy lejos del 25 % de los escaños que obtuvo en las elecciones de 2011, ya que Sisi no está excesivamente interesado en tener contrapesos que constriñan su labor de gobierno.

Durante sus dos años en el poder, Sisi ha aprovechado la lucha contra el terrorismo yihadista para afianzar su posición y eliminar a sus rivales. No sólo ha perseguido a los sectores islamistas, sino también a los artífices de la revolución de Tahrir, muchos de ellos condenados a elevadas penas de prisión. El mensaje que trata de vender al pueblo egipcio es que el fortalecimiento de la democracia no es una condición indispensable para el crecimiento económico.

El desdoblamiento del canal de Suez, que pretende duplicar los ingresos gracias al nuevo tráfico generado, fue presentado a bombo y platillo como la panacea que resolverá todos los problemas de Egipto. La realidad es bien distinta, ya que los frutos de esta apuesta tardarán en llegar, si es que llegan algún día. Mientras tanto, la inaudita acumulación de poder en manos de Sisi podría tener el efecto contrario al deseado, puesto que le deja sin escudos de protección ante eventuales crisis futuras.

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