¿Amenaza a España el yihadismo tunecino?

Hoy publico este artículo en el diario digital El Confidencial sobre los recientes atentados en Túnez. Mañana y pasado incluiré en el blog otros dos artículos sobre las elecciones legislativas israelíes publicados también estos días.


Túnez ha sido brutalmente golpeada por el Estado Islámico (EI). Con esta acción, la internacional yihadista pretende demostrar que dispone de la capacidad suficiente para perpetrar atentados mucho más allá de Siria e Irak, sus feudos tradicionales. Y, por supuesto, también busca desestabilizar a Túnez, que se ha convertido en la última esperanza de la Primavera Árabe al haber sorteado, de una manera relativamente exitosa, los obstáculos que se han interpuesto en el camino de su transición del autoritarismo a la democracia. 
 
La violenta irrupción del EI en territorio tunecino no debería sorprendernos. Durante la dictadura de Ben Ali se practicó una política de tolerancia cero contra cualquier corriente islamista. El resultado fue la ilegalización de la moderada Ennahda y la persecución de los grupos salafistas, así como la erradicación de las formaciones radicales situadas en la órbita de Al Qaeda. Tal situación llevó a muchos yihadistas a buscar refugio en el exterior del país combatiendo en Afganistán e Irak. 

La Primavera Árabe modificó radicalmente la situación. En las primeras elecciones a la Asamblea Constituyente, el partido islamista Ennahda logró una abrumadora mayoría que le permitió formar un gobierno de coalición en el que también participaron los izquierdistas Congreso por la República y Ettakatol. La apertura política benefició a los salafistas, una rama ultraortodoxa y puritana del Islam sunní que pretende replicar en toda la geografía árabe el modelo socio-religioso imperante en Arabia Saudí, un país donde las libertades públicas están severamente restringidas. Mientras la Unión Europea se mantenía en un discreto segundo plano, algunos petromonarquías del Golfo intervinieron de manera activa para truncar la transición de Túnez hacia la democracia. 
 Foto: Agentes tunecinos en la entrada de la morgue en Túnez (Reuters).
Debe tenerse en cuenta que tanto los grupos salafistas como los yihadistas consideran la democracia como una forma de gobierno impura que los occidentales promueven para debilitar al mundo islámico y alejarlo de sus propias tradiciones de gobierno. Con este atentado, el EI buscaría descarrilar la transición democrática tunecina y, sobre todo, destruir toda colaboración entre el laico Nida Tunis y el islamista Ennahda. Es decir: enfrentar a la sociedad tunecina y polarizarla en dos frentes irreconciliables, algo bastante improbable si tenemos en cuenta las pruebas de madurez que ha dado en el curso de los últimos años.

El sector turístico, que aporta casi un 9% del PIB, sería otro objetivo prioritario del EI. En su comunicado reivindicando el atentado, el EI indicó que pretendía “propagar el terror en el corazón de los infieles” y golpear a “los Estados cruzados”, una terminología similar a la empleada en el pasado por Al Qaeda para justificar los atentados del 11-M. Precisamente una franquicia tunecina de dicho grupo atacó en 2002, unos meses después del 11-S contra las Torres Gemelas, una sinagoga en la isla de Yerba provocando la muerte de 19 personas. El objetivo, como ahora, era dañar al sector turístico, así como destruir la larga trayectoria de coexistencia religiosa existente. Este atentado, como otros perpetrados en la última década, fue financiado directamente desde España por militantes yihadistas. El hecho de que se haya atacado el Museo del Bardo, que atesora una importante colección de mosaicos romanos, tampoco es casual, puesto que las huestes del EI han dado sobradas muestras en los últimos meses de su afán por borrar del mapa cualquier vestigio de las civilizaciones preislámicas en las zonas que controlan o aspiran a dominar.

A pesar de tener una escasa implantación en el interior del país, los yihadistas tunecinos cuentan con una dilatada experiencia de combate adquirida en Libia, Siria e Irak, países inmersos en cruentas guerras civiles y donde se ha registrado un rebrote del sectarismo. Según los servicios de inteligencia occidentales, más de 3.000 tunecinos combaten en las filas del EI en Siria e Irak. Otros centenares han optado por alistarse a las filas de Ansar Al Sharia, que opera en la vecina Libia. El retorno de estos yihadistas radicalizados es la peor pesadilla de los aparatos de seguridad tunecinos, ya que podrían desestabilizar al país magrebí y atentar contra objetivos occidentales. En los últimos meses se ha detectado el retorno de, al menos, 500 combatientes.

Así las cosas cabe preguntarse si podría estar España entre los objetivos del yihadismo tunecino. Aunque todavía el EI no ha situado a nuestro país en el punto de mira, lo cierto es que Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) amenazó en el pasado con perpetrar atentados terroristas contra España o sus intereses en el Magreb. Obviamente la participación de España en la coalición internacional contra el EI ha elevado las posibilidades de sufrir un atentado, ya sea perpetrado por una célula yihadista o por algún ‘lobo solitario’.

También debe tenerse en cuenta que en Siria e Irak combaten casi un centenar de yihadistas españoles y que al menos una docena de ellos habría retornado recientemente. No obstante, la presencia española en territorio tunecino es limitada, al contrario de lo que ocurre en Marruecos y Argelia donde España mantiene una fuerte implantación y relevantes inversiones. De hecho, los intercambios comerciales con Túnez son bastante reducidos (las importaciones alcanzaron los 506 millones de euros y las exportaciones 905 en 2013) y el número de turistas que visitan el país africano ha caído drásticamente en la última década (pasando de los 140.000 de 2006 a los 24.600 de 2013).

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