La larga batalla del mundo árabe
"Túnez, Egipto y Siria: la larga batalla" es el artículo semanal del escritor libanés Elías Khoury en el diario Al-Quds al-Arabi. La traducción del árabe al español ha sido realizada por Naomi Ramírez para su blog Traducciones de la Revolución Siria.
"El asesinato del luchador tunecino Chukri Belaid ha venido a hacer sonar la
alarma del peligro, pues las fuerzas emergentes de los Hermanos y los salafistas
han dejado clara su relación con el poder y la sociedad. Todo el poder es suyo y
la sociedad debe inclinarse, dividir su resistencia, y desmembrar sus fuerzas
sociales y políticas. Antes del asesinato de Belaid se habían lanzado campañas
contra todo, incluyendo los santuarios religiosos que los salafistas odian bajo
la influencia del wahabismo saudí-catarí [...].
Los “sabios” de la cultura de la
subordinación dirán que nos advirtieron de eso, y que lo que los medios
occidentales han llamado “primavera árabe” no ha sido más que el aviso de un
invierno cruel y sangriento, y algunos intelectuales, de esos que se han pasado
la vida diseñando la esquizofrenia entre las palabras y los significados, nos
recitarán los salmos del arrepentimiento y el rechazo vestidos de consejos
racionales [...].
Los Hermanos han llegado al poder en
Egipto y Túnez, no porque dirigieran la revolución y porque diseñaran su
programa político, social y cultural, sino todo lo contrario: han llegado al
poder porque las revoluciones no han tenido programa ni líderes. Las
revoluciones nacieron de lo más profundo de la desesperación ante todo,
rompiendo tabúes y saliendo como el líquido por las calles. Las revoluciones
árabes vinieron a recordar a los árabes que son pueblos vivos, por lo que fue
como un despertar de vida en nosotros [...].
Las revoluciones estallaron cuando nadie
estaba preparado, pues las élites intelectuales y políticas árabes habían
perdido veinte años sin extraer ni una sola lección de la caída de la Unión
Soviética, ni de los significados del horizonte democrático, ni de los métodos
de enfrentamiento contra la arrogancia israelí, ni de la construcción del Estado
de ciudadanos libres sobre los escombros del Estado de los súbditos y
esclavos.
La mayoría de las élites de Túnez,
Egipto y Siria no dudaron en unirse a la revolución, aunque sabían que entraban
con esta experiencia de nuevo en la escuela de la historia. La revolución, en
este sentido, es una opción clara de cambio radical sin rasgos determinados. Por
ello, se hizo imposible predecir los futuros baches, y se hizo necesario
retirarse, con seriedad, a diseñar una nueva declaración ética de las
revoluciones árabes.
Pero el tiempo no espera. Los Hermanos
han llegado al poder, y esto, naturalmente no es definitivo. En vez de
comprender las nuevas lecciones de la revolución, han vuelto para atrás, a lo
previo. En Egipto han vuelto al pre-naserismo, como si se vengaran de un tiempo
que no fue justo con ellos, y en Túnez han vuelto al pre-burguibismo, mientras
que en Siria quieren volver al pre-reinado de Faysal. Ello va acompañado de un
deseo de poder insaciable, pues los Hermanos se han visto afectados por la
represión autoritaria desde que pensaron que los Oficiales Libres les robaron el
golpe de la revolución del 23 de julio. La represión autoritaria los dejó ciegos
ante las nuevas realidades que han producido las revoluciones.
Esperábamos que la lucha no se librara
hoy bajo los lemas de la identidad, porque la revolución estalló por la
libertad, el pan y la democracia, por nada más. Esperábamos y seguimos esperando
que se conformara un equilibrio social en el que los islamistas fueran una
parte, pues la guerra de exterminio que libraron algunos regímenes dictatoriales
contra ellos fue vergonzosa, trivial y criminal, pero por desgracia, hoy la
sangre corre en las calles de Egipto, y la sangre del mártir Chukri Belaid hace
llorar a las conciencias.
La lucha se ha vuelto ineludible pues
hay un bloque financiador, nacido del petróleo, el gas y las expectativas
occidentales que no quiere ni un mínimo de consenso social que salvaguarde la
libertad y dignidad del ciudadano [...]".
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