El factor salafista en la ecuación libanesa

Hace dos días estuve entrevistando al jeque salafista Ahmad al-Asir en su despacho de la mezquita Bilal de Saida. Al día siguiente, dos de sus guardaespaldas fueron asesinados cerca del campamento de refugiados palestino de Ain Helwe por personas supuestamente vinculadas a Hezbollah. Al-Asir, que no se define a sí mismo como salafí, se ha distinguido como un acérrimo enemigo de Hezbollah (al que gusta denominar el Partido de Irán en lugar del Partido de Dios) reclamando insistentemente su desarme. Cuenta con cientos de seguidores en su ciudad natal y con la simpatía, en el resto del país, de quienes le ven como contrapeso a las organizaciones islamistas chiíes. Hace unos meses, Afkar-Ideas publicó este clarificador artículo "La crisis siria y el islamismo suní en Líbano", escrito por Amaia Goenaga, investigadora invitada en el Carnagie Middle East Center de Beirut.

" (...) A nivel comunitario la crisis siria está teniendo una especial incidencia sobre la sunna. En líneas generales, la comunidad suní del Líbano se siente especialmente concernida por lo que ocurre en el país vecino, y esto está teniendo consecuencias.  La más llamativa es que al calor del conflicto una serie de grupos islamistas y especialmente algunos líderes salafistas, han ganado un protagonismo inusitado frente a la comunidad, y por extensión en la esfera pública nacional.
Desde que estalló la revuelta estos líderes se han postulado como  defensores de la causa rebelde en Siria ayudando a los sublevados en varios frentes. Se cree que algunos de ellos colaboran estrechamente con la insurgencia, con el envío de armas, muyahidines y  de bienes de todo tipo;  prestando ayuda a los refugiados sirios, etc. Pero además su presencia es constante en los medios gracias a los numerosos actos públicos que organizan y a su discurso incendiario, en el que las críticas al régimen de Bashar van acompañadas de ataques a Irán y sobre todo a la organización chií Hezbollah. En este contexto, líderes como el Sheij Ahmad el Assir de Sidón se han convertido en auténticas estrellas mediáticas. Hace correr ríos de tinta en la prensa local, y sus sermones de los viernes atraen a centenares de seguidores (miles según algunos medios).

En Trípoli, corazón del islamismo/salafismo libanés, estos grupos tienen la ciudad completamente movilizada en torno al conflicto sirio y en las zonas fronterizas del Norte, las más afectadas por el conflicto, ganan adeptos por momentos. Lo más preocupante es que algunos de ellos cuentan con sus propios grupos armados y están detrás de muchos de los episodios violentos que se han sucedido en Líbano en este 2012, especialmente recurrentes y  virulentos en Trípoli y sus alrededores.

Así las cosas, este fenómeno comienza a despertar muchos miedos en una sociedad multi-confesional como la libanesa y plantea muchas interrogantes en la opinión pública. ¿Cuál es el alcance real de este fenómeno? ¿Es solo una derivada coyuntural de la crisis siria o estamos asistiendo a  la consolidación política del islamismo suní más radical? ¿Estos líderes pueden llegar a ser una alternativa real a las elites suníes tradicionales?

(...) Actualmente el orbe islamista suní se compone de: Dos grandes organizaciones Jamaa Islamiyya y la Jamiyyat al-Masharii al-Khayriyya al-Islamiyya, más conocida como Al Ahbash, plenamente integradas en el sistema multi-confesional del país, que han llegado a tener representación parlamentaria. Junto a ellas, encontramos otras organizaciones minoritarias que siguen ancladas en postulados maximalistas del islam político más clásico, como Harakat al-Tawhid al-Islami, o la rama libanesa de Hizb ut Tahrir.
Por otro lado, en Líbano hay también una nebulosa más o menos desestructurada de grupos y líderes salafistas de características muy dispares. El salafismo se instaló en Trípoli en los años 40, de la mano del Sheij Salem el Shahhal. Desde entonces esta corriente rigorista ha ido evolucionando y extendiéndose por el país en varias oleadas. La mayoría de estos grupos se dedica únicamente a la benevolencia y al proselitismo, y solo una pequeña parte de ellos se declara yijadista por principio.  A camino entre ambos está el salafismo político, una rama del salafismo que además de dedicarse a la enseñanza y a la caridad se implica, o al menos se posiciona, respecto a temas políticos (admiten el recurso a la yijad en casos concretos). A pesar de la popularidad del Sheij Assir, por su trayectoria el Sheij salafista más importante del país es probablemente Dai al Islam Shahhal, hijo del  Sheij  Salem el Shahhal (...).
El epicentro de todos estos movimientos está en Trípoli, donde se concentran el mayor número de líderes y asociaciones islamistas/salafistas del país. También están presentes en el Akkar, en Diniyeh, en los campos palestinos, en algunos pueblos de la Bekaa, en barrios periféricos de Sidón y en menor medida en Beirut. No obstante, el peso social y político de los grupos islamistas, y más aun de los salafistas,  ha sido siempre pequeño a escala nacional; por la cultura política propia de este grupo confesional, y porque durante los años de ocupación siria el régimen mantuvo un férreo control sobre ellos. Muchos han sufrido torturas, prisión, etc., lo que explica, en parte, la animadversión de gran parte de estos sectores hacia el régimen alauí. A partir de 2005 sin embargo, la salida de Siria y una serie de cambios importantes en el seno de la comunidad harán que estos  grupos comiencen a ganar una presencia creciente en la esfera pública (...).
Por tanto, no estamos ante un fenómeno coyuntural, estos grupos están ampliando su base social y su capacidad de influencia desde hace años. Incluso están comiendo  cierto terreno a Hariri, pues hay mucha gente desencantada con el papel político de Saad. De hecho no es descartable que puedan conseguir algún que otro diputado en zonas concretas en las próximas legislativas previstas para 2013. No obstante, resulta a todas luces exagerado pensar que estos grupos puedan presentar una alternativa a las elites suníes tradicionales a corto plazo.  Hablamos casi de grupúsculos no integrados, no son un actor único. Líderes individuales que gestionan asociaciones o fundaciones, con un nivel organizativo muy básico, y las relaciones entre los distintos grupos son a menudo conflictivas (...)".

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