Líbano: viejos enfrentamientos, nuevos motivos


La edición española de Foreign Policy incluye, en su último número, este artículo de Natalia Sancha sobre los enfrentamientos registrados en las últimas semanas en Líbano entre partidarios y detractores del régimen sirio. Su título es "Líbano: viejos enemigos, nuevos motivos".

"En anteriores enfrentamientos entre barrios y sectas, el trasfondo político se regía por la dicotomía política interna libanesa dividida desde el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri en 2005. El magnicidio fusionó el espectro político libanés alrededor de dos bloques: uno liderado por Hezbolá (8 de Marzo) y el otro, por Hariri hijo (14 de Marzo). Siria aquí jugó un rol más bien secundario –a pesar de que se atribuye al régimen sirio la autoría del atentado–, puesto que se trataba de un contexto nacional basado en la batalla por el control del poder político entre el 8 y 14 de Marzo.

Hoy, el trasfondo es muy diferente, ya que la de facto guerra civil siria ha llevado a sendos bloques libaneses –cuya configuración en el espectro político del país de los cedros difiere de la de 2005 y cuyo liderazgo político se ha invertido con el 8 de Marzo como bloque mayoritario en el poder–a posicionarse respecto a la política interna siria. Por un lado, Hezbolá apoya al régimen de Bashar El Assad y, por otro, el bloque del 14 de Marzo respalda a los opositores sirios. A ello se suma la porosa frontera que separa Líbano de su gran hermana siria, por donde entran y salen refugiados sirios (unos 20.000 desde el comienzo de las revueltas), armas y combatientes, así como el cruce sistemático de soldados sirios a territorio libanés.  

Ambos bloques políticos libaneses han hecho en el último año un tremendo esfuerzo para contener a sus seguidores y evitar un regreso a la atmósfera de guerra civil. Hezbolá ha moderado su discurso interno contra el 14 de Marzo, aunque manteniendo siempre un apoyo abierto al régimen de Al Assad y tachando a los opositores de terroristas extranjeros. El Partido de Dios es el mayor interesado en mantener un perfil bajo, dado que ahora tiene una posición fuerte en el Gobierno libanés. No quiere verse forzado a tomar una postura abiertamente militar en el conflicto sirio que ponga en riesgo sus logros políticos y sociales del último lustro, ni que le ponga entre las cuerdas a la hora de elegir entre la fidelidad al régimen sirio, fuente de ingresos y apoyo logístico, y los intereses del pueblo libanés, seguidores y base social del movimiento y milicia. Sin embargo, el bloque del 14 de Marzo se ha mostrado menos comedido en los ataques retóricos al régimen de Damasco y a sus defensores en el tablero libanés.
En cuanto a la esfera suní libanesa, varios sheijs locales de Trípoli y Sidón –los dos bastiones suníes– han pujado por mantener la presión de la opinión pública convocando numerosas manifestaciones y librando en ocasiones incendiarios discursos contra el régimen de Bashar El Assad y los chiíes. Numerosos sheijs suníes del país de los cedros ven una oportunidad en la caída del régimen alauí para el ascenso de un poder suní (el 80 % de la población siria pertenece a esta rama del islam) aliado en la vecina Siria, que permitiría un reverso en las relaciones con un vecino intrínsicamente ligado a su historia, política, sociedad y economía. Un interés que no solo atrae a los sheijs locales, sino también a las ambiciones de expansión suní de Arabia Saudí, que ve en Siria la ocasión de asestar un golpe al creciente poder de Irán en la región.

En la coyuntura actual y dado el grado de tensión, varios actores se erigen como potenciales detractores o aceleradores para un conflicto en Líbano. Los discursos que adopten los principales sheijs suníes del país en los próximos días determinarán si se incita a los jóvenes a tomar las armas en apoyo o protesta contra el régimen sirio o se opta por la calma. Sin embargo, los enfrentamientos en Beirut entre los seguidores del Sheik Shaker Berjaoui –líder del Partido del Movimiento Árabe–y los partidarios del Movimiento del Futuro de Saad Hariri ponen de manifiesto la fragilidad del liderazgo suní libanés diseminado tras la desaparición de Rafic Hariri, que contrasta con la unidad y centralización de la toma de decisiones entre los chiíes alrededor de la figura del Sayyid Hassan Nasralá, líder de Hezbolá. Una división que implica que las órdenes a la calma no sean respetadas a pie de calle [...]".

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