Bashar al-Asad: atado de pies y manos


" [...] El levantamiento es un hecho popular complejo, mucho más de lo que piensan los amigos y mucho más dependiente de procesos muy complicados, a los que no sirve aplicar ningún principio maniqueo, que no ve más que el blanco o el negro, el pacifismo o la militarización, la independencia de las fuerzas extrajeras o el encomendamiento a ellas, el aferramiento a la unidad nacional o el desvío hacia los atrincheramientos sectarios, religiosos, etnicos o regionales.

[...] Este levantamiento es hijo de la utopía y no de la realidad y su carácter utópico no se rebela contra la idea de la puesta a prueba, de la investigación por medio de sencillos experimentos durante un breve espacio de tiempo. ¿Qué pasa si se prueba durante un año entero? ¿Qué sucederá si se utilizan en la prueba todo tipo de armas, desde el tanque al aerodeslizador, los lanzamisiles y los barco militar, pasando por los lanzacohetes, los carros de combate, las bombas de racimo y los gases prohibidos internacionalmente?

Así, el levantamiento, entendido como hecho social popular específicamente, no es el fruto de la total adecuación entre los intereses, los objetivos, los medios y las creencias, incluso si su lema principal (“derrocar al régimen”, después de convencerse finalmente de que el aparato securitario-militar-inversor gobernante no tiene ninguna intención real de reforma ni es capaz de ello tampoco, y la aspiración a una  “Siria libre democrática plural y civil para todos sus hijos con sus diferentes adscripciones doctrinales, religiosas y étnicas”) goza de un consenso prácticamente absoluto.

Por ello, una misma manifestación puede incluir a gente de izquierdas, de derechas, a islamistas, a cristianos, a liberales, a politizados partidistas, a independientes que acaban de meterse en política, a moderados, a extremista, a personas de término medio, a los que creen en el pacifismo del levantamiento, a los que llaman a una guerra de guerrillas, al que está convencido de que EEUU conspira contra nosotros y al que lo considera el tronco a lque agarrarse para salvarse.

Esta es la verdadera sociedad del levantamiento, y no sirve ninguna alquimia utópica que la depure hasta dejarla monolítica (suponiendo que la historia lograra en algún momento crear dicha alquimia). Tampoco se la puede dividir en distintos “colores”, opresión oscura aquí y cerrazón clara por allá, de forma que se reduzca el complejo conglomerado popular (nunca debe dejarse de insistir en su complejidad) a “clases”, “calles” y “partes” sometidas todas ellas a la misma regla maniquea, que opone el blanco al negro, y sitúa al que cree en el pacifismo del levantamiento frente al que lleva un kalashnikov [...].
Tanto si esto es un error y aquello lo correcto y viceversa, así como si lo uno no es mejor que lo otro, las reglas maniqueas son el peor de los parámetros para medir el sentimiento nacional de Zayd o Amro y el que se centra en el espíritu de la polémica, mirando al levantamiento de una forma totalmente abstracta, aislada del tiempo y sus cambios y sin poner las políticas defensivas del régimen en el corazón del la ecuación, ni en el platillo de la balanza.

¿Quién, entre los amigos del levantamiento que hoy tiene miedo de su desarrollo, niega que el recurso de algunos a las armas y el pago desorbitado por ellas (la bala cuesta 180 libras sirias, imagina lo que vale un fusil o un revólver), es en defensa propia, y en defensa del honor, de los niños, de las mujeres y de los ancianos, y no para asesinar a los criminales de la Cuarta División y la Guardia Republicana? ¿Quién tiene el valor y se otorga a sí mismo el lujo de aconsejar a la gente que no se defiendan a sí mismos contra los crueles y salvajes bestias destructoras con otros medios que no sean los pechos desnudos, los lemas nacionales y los eslóganes pacíficos? ¿Quién es ese que olvida que esta opción no ha nacido al tiempo del estallido del levantamiento, sino que ha sido el resultado lógico de la brutalidad del régimen y su paso del (programático, organizado y planeado) promedio de 10 víctimas al día, a un promedio de 20, 30 o 40 llegando a superar las 100, 200 y 300?

¿Acaso desde el principio no pretendía el régimen empujar al levantamiento pacífico hacia alguna forma de militarización a modo de defensa en el nivel estratégico, y no táctico, y así demostrar su teoría sobre las “bandas armadas” y atemorizar a Occidente con las consecuencias del cambio democrático?
¿Es acaso la violencia contraria, incluso en el significado que adopta el luchador teórico como Franz Fanon[1] en el contexto de la guerra de liberación argelina, una opción unilateral a la que recurren los movimientos de resistencia popular directamente y no para establecer un equilibrio  (militar, al igual que hacen con el político) con la mafia dictadora?" 

Es cierto que desearíamos que el régimen no hubiera llegado a ese extremo de salvajismo en el uso de la violencia, y por tanto no haber obligado a algunos a tomar las armas en defensa propia, pero ¿cómo es posible que se lance a los ciudadanos sirios al mar atados de pies y manos y se les pida después que no se mojen? ¿Acaso al mojarse, como es lógico ya que poco pueden hacer para evitarlo, nadar supone un desvío de la ética? [...]".

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