Europa ante la revuelta siria

Más sobre Siria. Esta vez el artículo "Europa ante la revuelta siria" de Laura Ruiz de Elvira, investigadora asociada del Institut français du Proche-Orient. Fue publicado ayer en el blog de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. 

"Hace más de dos meses que Siria sangra y que Europa observa de lejos –prudente, tímida– los terribles acontecimientos que cada viernes acaecen. Ya son más de 800 los muertos y cerca de 10.000 los detenidos pero la Unión Europea, dividida en lo que a su política mediterránea se refiere, duda y tarda en reaccionar.

Siria sangra desde el 15 de marzo aun cuando los analistas, los diplomáticos e incluso la mayoría de los ciudadanos sirios creían poco probable el estallido de una revuelta pro-democrática en el país. Sin ir más lejos, la ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, se reunía con el presidente sirio a mediados del mes de marzo (en el mismo  momento en que los primeros brotes protestatarios estallaban) y declaraba a la prensa estar convencida de que “pronto” se podrían “ver avances que pueden ser muy importantes para Siria y para la región”. Varias semanas más tarde, el embajador francés en Damasco, Eric Chevallier, era acusado por algunos medios de comunicación franceses, e incluso por miembros del cuerpo diplomático de este país, de defender las tesis del régimen sirio: “‘Dans ses dépêches, il ne prend pas de distance avec la position officielle de l’équipe Assad’, dit un diplomate qui suit le monde arabe et reçoit copie de ses télégrammes. C’est à se demander s’il n’est pas trop proche du régime”.
En efecto, en marzo de este año, los años del aislamiento internacional al que Siria había sido sometida parecían quedar ya lejos. Con la visita del presidente francés Nicolas Sarkozy a Damasco, en septiembre del 2008, se había puesto un punto y final a una política cuyo objetivo era aislar y debilitar al régimen baathista. A principios del 2011, tras varios años de ausencia, un nuevo embajador americano presentaba sus credenciales al presidente al-Assad. En ese momento, cuando la revolución tunecina estaba ya en marcha, este último parecía “reinar” con más fuerza y más confianza que nunca en Siria. Prueba de ello eran sus declaraciones al periódico americano The Wall Street Journal: “We have more difficult circumstances than most of the Arab countries but in spite of that Syria is stable. Why? Because you have to be very closely linked to the beliefs of the people”. Cierto, la disminución de los recursos del Estado había empujado al presidente sirio a liderar una liberalización económica y a apoyarse en los actores no-estatales para proporcionar algunos servicios sociales que antaño el omnipresente sector público aseguraba. No obstante, el régimen había conseguido adaptar y perpetuar el sistema autoritario que antes del estallido de la primavera árabe parecía funcionar sin demasiados problemas.
Pero hoy Siria sangra. La oleada de revueltas ha llamado a su puerta. Unos adolescentes de la región de Daraa influenciados por la cadena árabe al-Jazeera, unas primeras malas decisiones de las autoridades, y un caldo de cultivo alimentado, entre otros, por la sequía y la precariedad social, han bastado para prender la mecha. Y frente a ello, la Unión Europea parece tener dificultades en planificar una hoja de ruta coherente y unificada. Las sanciones llegan tarde y a cuentagotas. La actitud es reactiva y no pro-activa. El temor a una guerra civil, la experiencia fallida libia, los apoyos regionales que tiene Siria, las amenazas de una extensión del conflicto al Líbano o Israel… todos estos factores frenan una actuación más contundente por parte de una Unión Europea que teme las consecuencias de una eventual caída del régimen.

La delegación de la Comisión Europeaen Siria era ya “prisionera” del régimen anteriormente: sus programas eran a veces paralizados, otras prohibidos, otras monopolizados. Y hoy la Unión Europea es de nuevo “prisionera” de Damasco. En efecto, las posibilidades de presionar a los líderes sirios son mucho menores que en Egipto o en Túnez puesto que las ayudas exteriores son pocas y la economía altamente autónoma. Además, el régimen sirio no teme el aislamiento, puesto que ya lo experimentó durante años y salió reforzado. Por último, la posibilidad de una intervención extranjera ha sido descartada de antemano. El régimen lo sabe y agita, desafiante, la carta del caos. Ante dicho escenario, Europa se encuentra maniatada. Cerrar filas en torno a una única posición firme y crítica, aplicar las sanciones a los dirigentes sirios, someter al país a un nuevo aislamiento y presionar a los actores regionales aliados de al-Assad como Turquía o Irán, son las únicas herramientas de las que realmente dispone la Unión Europeaa corto y medio plazo".

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