Las revoluciones árabes

El boletín de Al-Fanar publica este interesante artículo de Satea Nureddin titulado "Diversidad de las revoluciones árabes".

"La revolución es una, el momento en el que se produce también es uno como también el objetivo, sin embargo cada país árabe tiene sus características y su forma de interactuar con la revolución. Esto tiene su justificación en el nivel de desarrollo de cada pueblo árabe así como en el nivel degradación de cada dictador. Luego hay denominadores comunes en la actuación de los pueblos y en el comportamiento de los dictadores pero que no son suficientes para llegar a respuestas comunes, para determinar la cita de la victoria y su naturaleza y dibujar la perspectiva de futuro de cada país árabe.

La contradicción era mucha ayer entre Egipto y Libia, dos países limítrofes en los que la geografía por sí sola no ha representado un elemento para unirlos. En ambos países se construyeron legitimidades políticas parecidas que traspasaron fronteras y en algunos periodos eliminaron esas fronteras. Y esas legitimidades se han desplomado juntas aunque de forma nada parecida. Los egipcios acudieron a los colegios electorales para votar por enmiendas constitucionales propuestas en una de las manifestaciones democráticas más importantes de la historia arabo-islámica. Los libios se quedaron en sus casas siguiendo con atención los resultados de los bombardeos aéreos y de los misiles estadounidenses y europeos sobre los enclaves militares del loco de su gobernante.

Lo que sucedió en Yemen la semana pasada no fue fruto de la locura de su gobernante sino de su salvajismo y su frivolidad, sin parangón en ningún otro dictador árabe, que no le llevarán a una campaña militar feroz contra su pueblo, como ha hecho su compañero libio, sino que seguirá usando sus herramientas securitarias hasta un final que todavía espera controlar y en una cita que espera fijar él mismo, a pesar de que ya sea demasiado tarde.

Lo que ha sucedido en Bahréin, y en el Golfo de manera general, no ha sido fruto del carácter sangriento de su gobernante sino de su cerrazón, de su falta de entendimiento y de voluntad ante protestas políticas legítimas empujadas en direcciones sectarias inventadas y colocadas en trayectorias iraníes imaginarias, aunque exigieran, y exigan, algunas libertades y derechos, algunas partidas económicas como las que el rey Abdalá de Arabia Saudí, por ejemplo, ha empleado para comprar el silencio de los saudíes a fin de aplazar sus demandas de reformas, unas demandas que el dinero no aplazará si es que no las hace más insistentes según la sencilla ley social de cada pueblo y cada Estado.

Lo sucedido en Siria no es sino el comienzo de algo impredecible, y aunque desvela la profundidad de la inquietud popular y oficial, hace difícil que seamos conscientes de ello con las herramientas y los medios disponibles, entre ellas las elecciones a la Asamblea del Pueblo y de los Consejos Locales previstas para el próximo verano, o el Congreso General del Baaz cuya celebración puede ser un elemento de provocación sin parangón. También será imposible contenerlo por vías o herramientas securitarias, por muy fuertes que éstas sean, por muy atractivas que sean para quienes han hecho una lectura errónea de otras experiencias árabes.

Lo que está sucediendo en Líbano no se somete a ningún parámetro árabe, por no decir internacional: un sector detractor del sistema sectario nacido del útero del sectarismo que no ha estudiado las experiencias de partidos y corrientes similares presentes durante todo el siglo pasado y que acabaron en terribles decepciones, que no ha pasado por esas experiencias ni las ha superado, unas experiencias que estaban entonces libres del miedo que tienen los libios, los yemeníes, los sirios y los bahreiníes estos días.

La revolución es una pero en Egipto va un siglo completo por delante."

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