Bashar se enroca

Perplejidad. Después de que su consejera presidencial anunciara una batería de reformas para neutralizar las manifestaciones que se iniciaron hace dos semanas y que han provocado, al menos, 61 víctimas civiles, el presidente Bashar al-Asad parece no darse por aludido y ha optado por la estrategia de la avestruz. Esconder la cabeza bajo tierra y fingir que nada ocurre. Peor aún: aludir a una conspiración extranjera.

En su esperada intervención ante la Asamblea del Pueblo no dijo ni una palabra del levantamiento del estado de excepción, ni tampoco de una nueva ley de prensa que permita la libertad de expresión ni mucho menos de un sistema pluripartidista ni de elecciones libres. Las reformas, para Bashar, pueden esperar otros diez años y no deben hacerse bajo presión, no vaya a ser que tenga que ser mucho más generosas de lo incialmente planeado.
En lugar de las esperadas reformas, Bashar volvió al mantra de la liberalización económica que tanto ha enriquecido a su círculo cercano al afirmar: "Decimos a quienes piden reformas que nos retrasamos en su aplicación pero pronto las comenzaremos. Las prioridades son la estabilidad y la mejora de las condiciones económicas". Para justificar su inmovilismo manifestó: "Nos acusan de prometer reformas y no realizarlas, pero nos hemos visto obligados a modificar nuestras prioridades a causa de las reiteradas crisis regionales y de cuatro años de sequía".

Además de aferrarse a la teoría de la conspiración extranjera, Bashar acusó a las "consignas de las televisiones panárabes por satélite" en una clara alusión a Al Yazira y advirtió del peligro de una guerra sectaria entre musulmanes suníes, alawíes y cristianos. Nada nuevo: vuelve a utilizar el "nosotros o el caos" que tan pocos resultados tuvo para Ben Ali y Mubarak. Parece que Bashar ha dejado pasar una nueva oportunidad. ¿Tendrá otra? El viernes veremos la respuesta de la población.

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