Cambios en la Autoridad Palestina

Si algo ha unido a Fatah y Hamas estas últimas semanas ha sido la necesidad de frenar las movilizaciones populares palestinas en sus respectivos feudos: Gaza y Cisjordania. ¿El motivo? Ninguno de los partidos estaba excesivamente interesado en una amplia movilización popular que pudiera descontrolarse y ser aprovechada para canalizar todo el descontento popular existente hacia los gobiernos palestinos, que siguen empeñados en no resolver sus diferencias tras los choques de verano de 2007 (y ya van casi cuatro años). En el ánimo de ambas formaciones también habrá pesado la necesidad de no enemistarse con el antiguo-nuevo régimen egipcio, un actor central en el proceso de paz que sigue teniendo la llave para asfixiar o aliviar el bloqueo de la Franja de Gaza (y, en consecuencia, a Hamas).

Ante el descontento popular palestino y un posible efecto contagio de la revuelta egipcia, el presidente Mahmud Abbas ha decidido mover ficha. ¿Cómo? ¿Acelerando quizás los pasos para proclamar unilateralmente un Estado palestino? ¿Concertando su acción con los partidos de la oposición? ¿Retomando el diálogo nacional? No, en absoluto. Convocando, por tercera vez desde el nacimiento de la AP, elecciones legislativas y presidenciales. Con tal movimiento pretendería normalizar la situación política y ganar alguna legitimidad popular en estos momentos en que su liderazgo es cuestionado por la población y por su propio movimiento. También ha disuelto el gobierno y pedido al primer ministro Salam Fayyad que forme una nuevo para este periodo transicional. Saeb Erekat, un elemento central del estabishment, ha presentado la dimisión tras el escándalo provocado por la filtración de las concesiones planteadas por la parte palestina en las negociaciones de paz.
La pregunta a formularse es para qué sirven unas nuevas elecciones, ahora que parece evidente que la Administración Obama ha arrojado definitivamente la toalla en el proceso de paz y que Benjamin Netanyahu se ha salido, una vez más, con la suya con su estrategia de ganar tiempo para conseguir que nada cambie y que todo siga igual. ¿No sería más lógica una reconciliación interna y la formación de un gobierno de unidad nacional que fijara la hoja de ruta a seguir? ¿No sería mejor plantearse la disolución de la Autoridad Palestina y un cambio radical encaminado a que Israel asuma, de una vez por todas, sus responsabilidades hacia la población ocupada? ¿No deberían empezar a debatirse ya, después de 20 años de negociaciones baldías, nuevas estrategias, entre ellas la creación de un Estado binacional, toda vez que Israel se niega a permitir una independencia palestina y la comunidad internacional rehusa a presionarla para que cumpla la legalidad internacional? Parece que los dirigentes de la Autoridad Palestina piensan que no.

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